24 de junio de 2014

Miracleman 1: El sueño de volar de Alan Moore, Garry Leach y Alan Davis. La esperada reedición de un tebeo necesario e imprescindible






















El regreso del Miracleman de Alan Moore a las librerías y a las estanterías de todo aficionado a la historieta contemporánea es un hito absoluto y la novedad quizás más imprescindible que podrá aparecer en 2014. La razón, su autor, Alan Moore, que aunque no aparece mencionado sino como el "guionista original" por una cuestión de derechos y disputas entre Alan Moore y las grandes editoriales, fue el escritor que originó al superhéroe contemporáneo tal y como lo conocemos actualmente.



Miracleman era la versión inglesa del personaje de Fawcett Comics llamado Capitán Marvel y que luego fue absorbido por DC Comics y reconvertido en Shazam, de nuevo por una cuestión de copyrights y derechos. El protagonista y su equipo la familia Marvel, se convertían en superpoderosos héroes tras gritar la palabra "Kimota" con claras reminiscencias al temor nuclear y atómico de los años 50. La originalidad del personaje no era mucha, pero el público inglés lo acogió con los brazos abiertos, en una época en la que la universalidad de los contenidos todavía era una utopía.

Pero llegamos al año 82 y nos encontramos con un joven Alan Moore que se había convertido en la estrella de la revista Warrior, que al igual que 2000 AD fue el caldo de cultivo de una generación de guionistas y dibujantes ingleses que remodelarían el panorama superheróico y de la ciencia ficción de las viñetas en las décadas venideras.



El encargo de Moore, que estaba realizando en paralelo una de sus grandes obras maestras, V de Vendetta, también como serial para Warrior, fue lo que se ha convertido en algo habitual en la industria del cómic americano, un reboot del personaje, desde un prisma más adulto y dotando de profundidad y gravitas lo que anteriormente era un personaje plano y dirigido a una audiencia infantil.

Y esto para el lector actual es algo común, y quizás ese sea el mayor handicap de su lectura  para aquellos que la lean por primera vez. Los conceptos que Moore desarrolla en estos primeros cuatro ejemplares recopilados en este volumen les van a sonar harto conocidos a los lectores del siglo XXI: The Authority, The Boys de Garth Ennis, la más oscura y desconocida trilogía de Rick Veitch que componen El Uno, Maximortal y Niñatos, o si nos acercamos a la obra posterior de Moore, Supreme o su mismo Watchmen.



Pero cuando Moore realizó este tebeo, nada de esto existía, el marco del superhéroe adulto influenciado por la teoría del superhombre de Nietzche no había sido tratada por ningún autor hasta que el escritor de Northampton puso sus manos en este personaje olvidado del cómic inglés. Tras él llegaría el Dark Knight de Miller, la reinterpretación de La Sombra de Chaykin, Watchmen, La Cosa del Pantano y autores como Morrison, Millar, Ellis, etc...

Para el lector veterano, que pudo leer esta obra en la edición que publicó la difunta editorial Eclipse es un sueño hecho realidad. No solo porque el tebeo ha sido restaurado y recoloreado con verdadera prestancia por Steve Oliff y puedan leer de nuevo todo el trabajo de Alan Moore y posteriormente lo continuado por Neil Gaiman, sino que la obra inacabada por el cierre de Eclipse, será terminada por Gaiman, gracias al acuerdo al que ha llegado con Marvel Comics.



Una pena que Alan Moore se haya desentendido de la reedición, porque habría sido interesante los pensamientos y recuerdos de una obra publicada hace ya 32 años, en una época en la que el cómic de superhéroes estaba despertando de su letargo y se acercaba a una madurez apasionante. Auténtica historia del cómic contemporáneo que se merecía una reedición de estas características.

18 de junio de 2014

Nemo Roses of Berlin de Alan Moore y Kevin O'Neill: Moore se acomoda con su Liga de Hombres Extraordinarios






















Moore se ha acomodado. Es un hecho, sobre todo palpable si vuelves a leer sus primeras obras de nuevo, como es mi caso tras leer los primeros números de su magistral Cosa del Pantano. Pero también es cierto que la última gran obra del autor de Northampton fue Promethea.

Si, sus Hombres Extraordinarios han tenido sus grandes momentos de brillantez. Y que el universo que ha creado él junto a Kevin O'Neill (magnífica pareja artística por otra parte) ha entregado a los lectores un disfrute folletinesco que se echaba de menos en el mundo del cómic.



Pero a medida que ha ido pasando el tiempo y se ha ido haciendo más huraño, el escritor inglés también ha comenzado a estar cada vez más pagado de si mismo, si es que alguna vez no lo estuvo. Y ese es el mal de las últimas incursiones del autor en este universo del que se encuentra tan apegado. Que ya no sorprende, que está repleto de lugares comunes y donde antes el autor sorprendía a cada página, ahora mismo se ha replegado en una zona de comfort de la que no se le puede sacar ninguna pega, pero de la que tampoco se puede resaltar nada destacable o brillante.



En este nuevo volumen de lo que ya es una cita anual con sus fieles lectores, Moore continúa con su nuevo personaje fetiche, la hija del Capitán Nemo, que conocimos en el primer volumen de la tercera parte de su Liga y que se ha convertido en la protagonista de sus novelas gráficas.



Y por lo menos esta nueva incursión de la hija de Nemo y su legado es más interesante que la inane Heart of Ice o la esperpéntica 2009 que daba por finalizada la tercera parte de su Liga de Caballeros. Y de nuevo Moore nos vuelve a demostrar su gran conocimiento de la historia y de la cultura popular, con la aparición de un nuevo grupo de villanos aliados con el Fuhrer, que son ni más ni menos que los icónicos personajes del cine expresionista alemán de los años 20, desde María, el androide de Metrópolis reconvertida en una suerte de Terminatrix, a los famosos doctores Caligari o Mabuse.



Y ahí queda todo, en un tebeo magníficamente planificado y bellamente (en su feísmo) ilustrado por Kevin O'Neill. Una divertida pero intrascendente obra que se disfruta igual de rápido que se olvida y que hace añorar tiempos pasados donde cada obra de Moore revolvía los cimientos del mundillo. Pero eso fue hace mucho tiempo, tanto para nosotros los lectores, como para un autor inmerso en su autocomplacencia.


11 de junio de 2014

Pretty Deadly: El western mágico y gótico de Kelly Sue Deconnick y Emma Ríos


















Image Comics no deja de dar alegrías  a los aficionados al buen cómic. En estos últimos 5 meses, la cantidad de tebeos de alta calidad que he podido disfrutar han sido muchos y muy variados. Sex de Joe Casey, Satellite Sam y Sex Criminals de Matt Fraction, Lazarus de Greg Rucka o Saga de Brian K.Vaughan, sin olvidar Fatale de Brubaker y Philips. Tebeos que van de la ciencia ficción, tanto space opera como post-apocalíptico, al noir o el género de superhéroes. Y ahora llega Pretty Deadly, un western único en su especie.



Porque definir Pretty Deadly como un western es quedarse muy corto. Es parte western, pero también terror, poesía y mucha mitología. Tanta, que el lector puede quedarse abrumado al comenzar a leer un tebeo que te da muy pocas pistas de lo que nos quiere contar. Pero gracias a la magnífica prosa de Deconnick y el apabullante arte de Emma Ríos que parece una mezcla del cine de Leone pasado por el filtro del anime más revolucionario te va atrapando en la gran telaraña que es Pretty Deadly.



Número a número, el ambicioso tapiz que recrean ambas autoras se va abriendo ante la sorpresa de un lector que pocas veces ve un desarrollo tan bien llevado, unos personajes tan bien definidos y un misterio que aunque todavía tenemos unas pocas piezas del puzzle podemos comenzar a vislumbrarlo.



La gran mayoría de las veces los lectores nos tenemos que conformar con un magnífico guión mal rematado por un arte pobre o un artista que no se adecua a la prosa del escritor, o al contrario, un fabuloso arte cuyo guión no hace justicia al trabajo del narrador gráfico. Pero aquí tenemos dos fabulosas autoras en sintonía. Bravo Kelly Sue DeConnick. Bravo Emma Ríos. Habéis cautivado a un lector que os seguirá hasta el final de una aventura que espero que sea larga y próspera.

9 de junio de 2014

X-Men Días del Futuro Pasado de Bryan Singer. El capítulo más emocionante de la saga mutante


De todos los estrenos superheróicos de este verano, la nueva entrega de la saga mutante de Fox quizás era la que esperaba con más ganas. Y no solo porque la saga resurgiera de las cenizas con la magistral First Class, el mejor retrato de Xavier y Magneto que los fans nos pudiéramos esperar, sino porque esta nueva entrega adaptaba la que es la historia más querida y famosa de los mutantes Claremontianos junto a la saga de Fenix Oscura, Días del Futuro Pasado.


Los lectores de cómics de los 80 nos quedamos prendados con lo que fue el canto del cisne de la etapa de Claremont y Byrne, dos capítulos de 22 páginas cada uno que cambiaban el entorno de los mutantes marvelianos para siempre, y a sus lectores con ellos. En un futuro post-apocalíptico (novedoso en la época, sobreexplotado en la actualidad) los mutantes eran encerrados en campos de concentración y exterminados por una humanidad que había creado unos robots (Centinelas) que acababan uno por uno con nuestros personajes más queridos. La Kitty Pryde del futuro debía viajar al pasado e introducirse en su yo joven para evitar que Mística asesinara al senador Kelly y provocará la histeria antimutante y el exterminio de su raza.

En esta séptima entrega del corpus mutante, las cosas son algo diferentes. Aquí es Lobezno quien viaja al pasado y Kitty Pryde es quien le ayuda a conseguirlo. Y a quien tienen que evitar asesinar es a Bolivar Trask de las manos de una víctima que ha abandonado el sueño de Xavier por el de Magneto.


Y aquí es donde la película continúa de manera brillante los hallazgos de First Class. Y aunque el director de esta última, Matthew Vaughn, ha abandonado la silla de director, su sustituto es un viejo conocido de los mutantes cinematográficos, Bryan Synger. Un Bryan Singer que dejó la franquicia en las inútiles manos de Brett Ratner para estrellarse estrepitosamente con Superman Returns y no volver a levantar cabeza cinematográficamente hablando.



Pero el hijo pródigo ha vuelto a casa y su regreso nos entrega su mejor película de la Patrulla X. Atrás queda la modestia de la primera entrega, acercándose a su magnífica X-Men 2 y superándola en intensidad, emoción y dramatismo. Porque lo mejor del caso es que sus X-Men son una presencia testimonial en ese futuro del que solo tenemos dos grandes y dramáticas escenas y donde nos reencontramos con parte del antiguo reparto de la saga. Los verdaderos protagonistas, aparte de Lobezno, son los integrantes de esa First Class, centrados en el triángulo formado por Magneto, Xavier y Mística.



Los tres están perfectos, con un trío de actores que saben sacar lo mejor de si mismos y un director que centra su trama en el conflicto emocional y personal de tres personajes a la deriva y cuyas creencias se han hecho astillas tras los acontecimientos ocurridos al final de First Class. Todo ello aderezado con humor (la llegada de Lobezno al pasado y sobretodo ese gran acierto que es Mercurio, portador de la mejor escena del largometraje), acción, drama y emoción, mucha emoción.



El final de la película y las consecuencias del viaje al pasado solucionan los problemas de secuelas y spin offs tan detestables ocmo X-Men la decisión final y Lobezno Orígenes, cerrando incongruencias, abriendo otras, pero sobre todo renovando la franquicia para seguir avanzando en ella con la misma frescura que en sus orígenes. En definitiva, el mejor X-Men de lo que llevamos de franquicia junto a esa joya que es First Class. Synger, los X-Men y la Fox han encontrado el camino para enfrentarse a Marvel Studios y entregar una película que satisfará con creces a todos aquellos que hemos disfrutado toda nuestra vida con la Patrulla X.

5 de junio de 2014

La Cosa del Pantano de Alan Moore vol. 1 y 2: El renacer del cómic americano




















Es curioso que la renovación del cómic americano o por lo menos lo que todos entendemos como el nuevo cómic americano, fuera gestado por un melenudo de Northhampton, Inglaterra, en el seno de la que quizás sea la editorial más conservadora del tebeo norteamericano mainstream. Pero hubo un tiempo, a principios/mediados de los años 80, que DC Comics arriesgó, quizás porque no tenía nada que perder ante su gran rival, Marvel Comics y se planteó implantar en el acomodado mainstream americano una verdadera bomba subversiva que borraría de un plumazo lo que gran parte del público esperaría encontrar en un tebeo de superhéroes.



Aunque hay que comenzar diciendo que La Cosa del Pantano no era un superhéroe, ni siquiera en sus orígenes allá por el año 1972, cuando Len Wein y el gran Berni Wrightson lo crearon para el número 92 de House of Mistery, una de las antologías de terror que proliferaron en los años 70.

Con reminiscencias de los monstruos de terror clásico, La Cosa del Pantano fue uno de los acontecimientos comiqueros de los primeros años 70, pero en el momento que Len Wein y Wrightson abandonaron el barco, la colección comenzó a vagar sin rumbo fijo. Algo lógico, ya que la premisa de un científico que se convirtiera en una criatura vegetal y ecologista tampoco daba mucho de sí.






































Y ahí tuvo que llegar Alan Moore, joven, rebelde y repleto de nuevas ideas en una cabeza en constante ebullición. Lo primero que hizo fue cerrar en el número 20 de la colección las tramas que el guionista Marty Pasko había estado desarrollando sin mucha fortuna, dándoles un cierre honorable. Y sin ningún miedo matando al personaje principal, Alec Holland, La Cosa del Pantano.

Esta tábula rasa para la colección, dio pie al escritor para darle la vuelta al personaje y convertirlo en uno de los personajes fundamentales del cómic de los 80. Y lo consiguió en un solo ejemplar, el número 21 de La Cosa del Pantano, titulado "La Lección de Anatomía", uno de los puntales del cómic americano. En unas meras 23 páginas, el mundo de la Cosa del Pantano y del género de terror en el mundo del cómic cambió radicalmente. Un tebeo sucio, turbio y viscoso, gracias también a dos artistas como Stephen Bissete y John Totleben que supieron transmitir y plasmar como nadie la excelente prosa del inglés. 



En este ejemplar, a través de las palabras del Hombre Florónico, un villano de segunda regional que Moore convirtió en una amenaza a respetar, conocemos el verdadero secreto de La Cosa del Pantano, a través de una disección minuciosa de las entrañas de la criatura. Nunca fue Alec Holland, sino una planta que se creyó un hombre. La terrorífica revelación para nuestro protagonista principal, será el medio de Moore para reinventar el género de terror tal y como lo conocemos.



Y eso consigue en los siguientes 6 números de la colección. Si sois lectores del Sandman de Gaiman, que me imagino que si, debéis saber que lo que el autor de Los Eternos fue un alumno aventajado de Moore. Porque en estos seis números está la génesis de lo que sería su Sandman y la posterior línea Vertigo. Moore transforma el entorno de la colección, un entorno de terror conservador, en una pesadilla lisérgica, donde antiguos personajes de una sola pieza como Matt y Abby se convierten en personas de carne y hueso con debilidades, miedos y pasiones. El universo DC tradicional se entremezcla dentro de este universo, con aparición incluída de la Liga de la Justicia, pero no como los hemos visto siempre, sino como seres superiores que cuidan al mundo mortal desde la frialdad de las alturas.



Pero el verdadero salto cualitativo de la colección ocurre en el número 30 de la colección, el primer capítulo de "Amor y Muerte". Hasta el momento, Moore había reinterpretado el universo DC y sobre todo su parte sobrenatural de manera novedosa y única. Pero es a partir de aquí que hace la colección suya. Superado el trauma de La Cosa del Pantano al descubrir que es una planta que se creía un hombre y comenzar a ser uno con la naturaleza, la colección y el autor se centran en el personaje más interesante de la misma, Abigail Cable.



No es casual que mi primer acercamiento al personaje y a Alan Moore, fuera este primer capítulo de Amor y Muerte. Fue el primer número de la primera miniserie que ediciones Zinco dedicó a todo color del personaje en el año 87 u 88. Y yo, con unos meros 12 años, quede fascinado y aterrorizado con la lectura de este ejemplar que aunque me aterrorizó, me descubrió una manera diferente de escribir y de disfrutar de los cómics. La prosa de Moore, el uso de la voz en off de Abigail para dotar de mayor significado las pesadillescas y dantescas composiciones visuales de Bissete y Totleben dejaron marcado de por vida a mi yo infante.



Y la colección a partir de ahí fue para arriba. El desarrollo y el clímax de Amor y Muerte en el infierno, fue un verdadero revulsivo para el cómic, influenciando de nuevo a Gaiman en sus Libros de la Magia y a una nueva generación de lectores que una vez leído y caído en las garras de Alan Moore y su Cosa del Pantano, el resto de lo que se publicaba, salvo contadas excepciones se te quedaba pequeño.



Pero estos dos primeros volúmenes de la nueva reedición en seis tomos que está realizando ECC en la actualidad, nos entregan dos joyas autoconclusivas que se merecen estar entre los mejores tebeos de la historia. El primero es Pogo, el sentido homenaje de Alan Moore a Walt Kelly, una fábula bella y cartoony con un poso de melancolía y pesadumbre que no se te olvida en la vida y el seminal "Ritos de Primavera", la lisérgica y bella escena de amor entre La Cosa del Pantano y Abby, donde Moore y sus colaboradores Bissette y Totleben vuelven a romper los límites establecidos de la página de cómic, y que sería el primer paso de lo que luego acometería Alan Moore con su Promethea junto a J.H. Williams.

Nada más que decir. Que aquellos que ya lo han leído, les recomiendo que los vuelvan a disfrutar en esta correcta edición en tapa dura y que aquellos que nunca la han leído, que lo hagan. Su mundo cambiará irremediablemente.
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