5 de abril de 2018

Verano de una familia de Tokio de Yoji Yamada: Agradable aunque repetitivo regreso de la familia Hirata

Una variación musical es una composición que se caracteriza por contener un tema musicalizador que se imita en otros subtemas o variaciones, los cuales guardan el mismo patrón armónico del tema original, y cada parte se asocia una con la otra. Difieren entre ellas los patrones melódicos y el tempo de cada variación. El nuevo trabajo del director japonés Yoji Yamada, al igual que dos de sus trabajos anteriores -Una familia de Tokio (2013) y Maravillosa familia de Tokio (2016)- podrían inscribirse bajo esta definición musical. Por ello, no es casualidad que este nuevo largometraje sea una secuela que trae de vuelta a la familia Hirata, protagonista de Maravillosa Familia de Tokio, que a su vez fue la versión en clave de humor de Una Familia de Tokio, homenaje/remake actualizado de Cuentos de Tokio (1953) de Yasujiro Ozu, obra que podría considerarse el germen de estas tres variaciones.






Verano de una familia de Tokio continúa el tono de comedia de situación instaurado en su precursora, para continuar desarrollando las tan conflictivas como emotivas relaciones entre distintas generaciones de una misma familia en el Japón actual. Pero más allá de su deriva cómica, a través de una concepción del humor puramente japonés que en algunos momentos chocará con la percepción del mismo por parte del público occidental, Yoji Yamada, al igual que Yasujiro Ozu, trata con respeto y mucha seriedad el problema de la senectud y la falta de comprensión de la misma por las generaciones posteriores. 






De nuevo, a través de una puesta en escena heredera de Ozu -planos medios y generales, una perspectiva distanciada y a ras del suelo que demuestra el respeto a la intimidad de los observados- Yamada consigue emocionar con los pequeños momentos, los pequeños detalles de unos protagonistas falibles pero tremendamente humanos con los que el espectador puede utilizar como espejo de su propia vida y sus emociones -más allá de la diferencia cultural ya mencionada- donde la vejez y la perspectiva que da la muerte, le sirve para continuar diseccionando el Japón contemporáneo y las consecuencias que la crisis económica global ha provocado en el país nipón. 






Quizás podría achacarse al nuevo trabajo de Yamada la excesiva repetición de las variaciones creadas y la escasez de sorpresas que esta tercera entrega de la familia japonesa contemporánea aporta tras sus dos primeras entregas. Pero es tal la compenetración de su reparto, que aunque la cinta no sorprenda al igual que sus dos trabajos previos, es tan sincera y honesta la operación entregada y tan rica en su aproximación a las emociones y sentimientos humanos, que si el cineasta tuviera la intención de volver a traer de vuelta a la familia Hirata, volveremos a sentarnos para disfrutar de una serie y unos personajes que oscilan entre el drama y la comedia, de la misma manera que los seres humanos en la vida real.

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